jueves, 13 de marzo de 2014

Montañas


Las montañas; Siempre las montañas al fondo: La libertad más allá de los bloques apiñados de la ciudad.

Los pájaros vuelan frescos sobre volutas de viento más allá de la gran chimenea humeante, y parpadean sus alas batientes bajo el sol brillante jugando en parejas a hacer filigranas en el aire.

Las montañas; Siempre las montañas al fondo: promesas inalcanzables, eterna esperanza.

Tras los cristales sucios de la ventana, un cielo alto y azul y el rojo de los ladrillos. Rojo de ladrillos y gris de asfalto y allá a lo lejos, siempre, siempre, por siempre, las montañas majestuosas y libres. Los animales que en ellas habitan son felices, y allá, las montañas, allá… las montañas.

martes, 18 de febrero de 2014


Las palabras se me agolpan y algún día será tanta la presión, que implosionaré en un estallido de verbos sin cocinar desparramando adjetivos sangrantes y lágrimas contextuales.



martes, 7 de enero de 2014

Todo el mundo sabe


Todo el mundo sabe que hay que ser educado.

Todo el mundo sabe que hay que ser tolerante.

Todo el mundo sabe que hay que ser justo.

Todo el mundo sabe que hay que ser honesto.

Todo el mundo sabe que hay que ser trabajador.

Todo el mundo sabe que hay que ser sincero.

Todo el mundo sabe que hay que ser alegre.

Todo el mundo sabe que hay que ser equilibrado.

Todo el mundo sabe que hay que ser bueno.

Todo el mundo sabe que hay que ser feliz.

Todo el mundo lo sabe.

 

Y como todo el mundo veía que él aún no estaba seguro de cómo hacerlo, aprovechaban para predicarle lo que ellos sabían. Y entonces todo el mundo le adoctrinaba sobre cómo hay que actuar y también sobre cómo hay que pensar.

 

Y cada uno afirmaba una cosa distinta, lo cual nunca le pareció mal, pero a la vez sorprendentemente ninguno albergaba duda alguna acerca de nada. Y era esa convicción sin condicionales lo que provocaba un hondo rechazo en él Ese fundamentalismo de las propias impresiones era lo que les hacía perder, a su parecer, toda credibilidad.

Y fue así como poco a poco todo el mundo llegó a perder para él toda credibilidad.
Y así fue como se le hizo insoportable vivir rodeado de toda esa gente en la que no creía.

Y ahora está a años luz de todo el mundo, gracias a lo cual ha conseguido conciliarse con sus dudas y vivir por fin tranquilo.




domingo, 29 de septiembre de 2013

Embalse roto


 
  

Tiene los ojos redondos y tristes, aunque dentro del carbón de su mirada aún queda algún resto de esa inocencia feliz que albergaba antes. Ahora sólo queda la inocencia. Una inocencia que me duele al verla ya que es la inocencia de la prudencia, de la bondad, de la esperanza de un anciano de ochenta años al que todos miran con la desesperanza propia del que mira al que ya ha comenzado a irse.

           Tiene la calva también redonda, coronada de pelo gris mate a modo de corona de laurel. Los botones de la camisa apenas le alcanzan a cerrar porque la tripa también la tiene redonda. Bajo su ombligo de embarazo, un cinturón antiguo y viejo se esfuerza por llegarse a sí mismo.
         Pantalón de señor: pantalón de pinzas. Zapatillas de anciano: zapatillas de rejilla.

         No me habla si no le hablo. No me mira si no le miro. Parece que quisiera esconderse tras las cortinas aunque sabe que le tengo que explorar.

        Cuando le pido que se quite la camisa, sus dedos nerviosos se tropiezan con cada botón, se enredan en cada ojal, se demoran en cada segundo como queriendo dilatar el tiempo, en una especie de súplica de que todo, incluso esto, sea un sueño.

       Mientras le curo la herida de la operación de pulmón, dirige sus ojos redondos, de carbón, hacia otro lado, y guarda silencio.
       Puedo oír su respiración que es de piedras y arena. Por unos segundos me planteo si es prudente preguntarle si va a recibir tratamiento, pero de inmediato pienso que es posible que le hayan ocultado algunas cosas, así que guardo silencio con él. Y así, sumergidos en un magma de silencio, percibo cómo se relaja y me acepta los cuidados y hasta creo escuchar en su dialecto de cantos rodados un agradecimiento sincero.

     Cuando acabo, mientras intenta cerrarse de nuevo la camisa batallando de nuevo con los botones que se le escapan de entre los gruesos dedos, me dice, sin dramas, que mañana no puede venir porque desde que le operaron no ve a su mujer, que está ingresada en una residencia a cincuenta kilómetros de aquí.

   Sé que no está esperando que le diga que venga cuando pueda aunque no sea en horario de curas, y por sus ojos redondos, sé que ni se ha imaginado esa posibilidad. Éste, es el detalle que termina por romperme por dentro, como si hubiera lanzado una de sus piedras al embalse de mi conciencia. Miro hacia el ordenador fingiendo teclear algo para que no se de cuenta de mi desconcierto, y cuando vuelvo a mirarle, veo que ya está abriendo la puerta para irse, con la guerra de los botones de la camisa definitivamente perdida a excepción de una batalla en la que ha malcasado un botón con un ojal inferior.

   Rompo a hablar con la mayor neutralidad de la que soy capaz, conteniendo como puedo las olas de agua turbia que ha levantado dentro de mí, y le digo que venga más tarde, cuando pueda, cuando le venga bien, que lo entiendo, que es lógico que quiera ver a su mujer, que ella también tendrá ganas de verle, pero que hay que curar eso porque no es cualquier cosa, que no lo puede dejar.

   Entonces él se para bajo el quicio de la puerta y se le encienden los carbones de los ojos con una luz distinta. Sonríe un poco, dejando ver las ranuras de entre sus dientes y me pregunta ilusionado si eso es posible. (A estas alturas yo sólo quiero que esto se acabe para poder quedarme sola y pensar sobre lo que está pasando, sobre la prudencia, sobre lo justo y lo injusto, sobre el dolor.) Le digo que por su puesto que se puede hacer y más por razones como las que me está explicando.

 “Dios te lo pague” me dice. Y veo que se aleja por el pasillo apresuradamente y a medio vestir, con los picos de la camisa asomando por fuera del pantalón, para decirle a su hijo que mañana puede venir a curarse por la tarde después de ver a mamá.
 
  

 

sábado, 8 de junio de 2013

Pompas de jabón


           Camina hacia el abismo, y según va caminando los recuerdos de su vida se van desprendiendo de su pobre cabeza que está saturada de otros muchos pensamientos, y que se enrevesan sin orden ni concierto actuando como un virus informático: comiéndose su persona, lo que fue, lo que apenas empieza a ser.  

Son una maraña de palabras sueltas, miradas ajenas, situaciones medio inventadas, sueños incumplidos y pesadillas de madrugada que ocupan tanto espacio en su cabeza y tanto tiempo de su día, que ya no sabe qué es realidad real y qué es realidad inventada. Tanto, que se tiene que esforzar en identificar a qué le llaman realidad los demás. 

Esos recuerdos que surgen voluptuosamente como enormes pompas de jabón, brillantes y tornasoladas, magníficas y bellas, se deslizan de su cabeza sin previo aviso en las situaciones que menos se lo espera: duchándose, vistiéndose, haciendo la cama, trabajando... Aparecen de repente y observa su contenido maravillada por la claridad de la visión: Se ve a sí misma de niña haciendo dibujos con una pistola de agua sobre la tierra seca; Se ve metiendo el dedo en la nata fresca mientras su madre prepara las primeras fresas de primavera; Se ve asomada a la ventanilla del tren que la lleva a las tan esperadas vacaciones, e incluso alcanza a oler el mar caliente, las palmeras frescas, el orín rancio del rincón más sombrío de la estación... y en el momento mismo en que quiere acercarse más al recuerdo, la pompa estalla dejándola atónita y con la sensación agridulce de la felicidad que apenas vivida, vuelve a morir.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Costra de hielo sobre las hojas en el suelo:
Escarcha de amanecer;
Salitre de Otoño

miércoles, 25 de enero de 2012

domingo, 11 de septiembre de 2011

The kursk

 Hacía tiempo que escuchaba la canción de una manera compulsiva. Es cierto que casi todo lo que hace Matt Elliott me gusta pero esta canción en concreto me atrapaba. Además, para hacer la atracción más enfermiza si cabe, busqué el vídeo que es crudísimo y sin entenderlo completamente, se me quedó grabado.
A partir de entonces escuchaba la canción y automáticamente recordaba el vídeo; Era como masturbarse pero con ciertos tintes de depravación.
 El 12 de Agosto (El 12 de Agosto!) de este año, estaba sentada bajo el toldo de la terraza de una casa con jardín que ya me gustaría que fuera la mía. Ya sabes: Una noche de calor, cigarras, los aspersores en funcionamiento y una luna gorda y resplandeciente como una embarazada.
 Nada que hacer salvo escuchar música. Elijo, una vez más, The Kursk de Matt Elliott.
Comienza una tormenta de verano de las que se clavan en la retina. Juro que así fue, aunque parezca un tópico literario!
 Matt Elliot aullaba mientras varios relámpagos resquebrajaban el cielo negro y el viento arrastraba las gotas de la lluvia que me mojaban los pies. Como siempre he tenido cierta tendencia al dramatismo, en vez de meterme en casa como cualquier persona hubiera hecho, me quedé ahí clavada, con los pies mojados y la piel de gallina esperando que no me caiga un rayo encima.
Yo no recordaba qué era The Kursk hasta que aquella noche llevada por el "gotiquismo" consulté con el gran gurú Wikipedia.
 El K-141 Kursk fue un submarino nuclear de la Armada Rusa perdido con toda su tripulación en una tragedia ocurrida en el Mar de Barents el 12 de agosto de 2000. (12 de Agosto!)
 El Kursk, que estaba de maniobras, lanzó dos torpedos. Los torpedos usan un propelente a base de Peróxido de hidrógeno. El propelente de uno de ellos se filtró por la herrumbre de su misma carcasa. Esto produjo una reacción en cadena que ocasionó la primera explosión cuya onda expansiva mató a siete hombres e hirió y/o desorientó a unos 37 más. La boya de emergencia que tuvo que salir despedida a la superficie dando la señal de alarma no lo hizo: La habían inhabilitado por los temores de que la boya se desplegara revelando la posición del submarino a la flota estadounidense.
Hubo una segunda explosión mucho más grande cuando el submarino colisionó con el fondo marino. Esto produjo la explosión de más torpedos. La explosión alcanzó los 3,5 puntos en la escala de Richter.
Dicha explosión dejó abiertos dos compartimentos por los cuales entraba agua a razón de 90.0000 litros por segundo.
Aún sobrevivían 23 tripulantes que se agazaparon en un compartimento trasero de una tumba de metal  de 8,5 mm de acero, en el fondo del mar.
La armada Rusa no inició inmediatamente ningún rescate por mantener en secreto la calamidad. Los familiares de los tripulantes presionaron y no se iniciaron maniobras de rescate hasta el decimosexto día.
 Se estima que a las cuatro horas de la segunda explosión el compartimento donde se refugiaron los tripulantes quedó sin luz. A medida que el agua inundaba el submarino se produjo un incendio que los terminaría asfixiando.
Tras reflotar parte de los restos del submarino el 8 de octubre de 2011 fueron recuperadas tres notas de los supervivientes pero solo dos fueron hechas públicas y no en su totalidad.
Una de ellas es esta de Kolesnikov, teniente del navío:
“13.15., Todos los tripulantes de los compartimientos sexto, séptimo y octavo se trasladaron al noveno. Aquí nos encontramos veintitrés personas.
Tomamos esta decisión como resultado de la avería."
Poco más de media hora más tarde, Kolesnikov aún pudo redactar otro apunte en la carta: “13.5... (no se aprecia claramente la última cifra de los minutos). Escribo a ciegas...”

Intenté evitar imaginar la agonía de estas personas esperando su muerte. Intenté no imaginarme en la situación... Pero como ya he dicho tengo cierta tendencia al dramatismo.
Es curioso que me diera por indagar sobre el tema el 12 de Agosto: El undécimo aniversario de lo ocurrido.
Dí de nuevo al Play para escuchar de nuevo el tema de Matt Elliott, como si de un Requiem se tratase.
 Para entonces ya no sólo eran los pies los que tenía mojados.

martes, 6 de septiembre de 2011

Haiku

                                                     La ostra y el tiempo
Convierten la impureza
En blanca perla

Viejo sentado

             Sentado sobre una roca en medio de la campiña el viejo parece flotar en medio de la nada.
             Tiene su bastón apoyado en un punto indeterminado y la boina encajada sobre unas cejas grises y crecidas; Observa la vida en silencio.
            Una urraca vuela fresca entre las olas de fuego de Agosto y un tren de alta velocidad aparece como una explosión en el paisaje dejando tras de sí pequeños torbellinos de polvo y cigarras.
            El secarral canta con garganta seca mientras el viejo espera el atardecer. Nada que hacer, sólo esperar.
            Todo lo que sus ojos han visto quedará encerrado tras sus párpados de papel. El valor que una vez tuvo, se perdió en el laberinto de pelusas que se acumula dentro de él.
            Se sienta en medio de los campos aplanados, marrones y amarillos, de un Agosto infernal a ver las urracas pasar y al tren volar, esperando que llegue un día más el atardecer.         
            En la mano una varilla de madera llena de nudos, como conflictos en su alma.