Camina
hacia el abismo, y según va caminando los recuerdos de su vida se van
desprendiendo de su pobre cabeza que está saturada de otros muchos
pensamientos, y que se enrevesan sin orden ni concierto actuando como un virus
informático: comiéndose su persona, lo que fue, lo que apenas empieza a ser.
Son una maraña de palabras sueltas, miradas
ajenas, situaciones medio inventadas, sueños incumplidos y pesadillas de
madrugada que ocupan tanto espacio en su cabeza y tanto tiempo de su día, que
ya no sabe qué es realidad real y qué es realidad inventada. Tanto, que se tiene
que esforzar en identificar a qué le llaman realidad los demás.
Esos recuerdos que surgen voluptuosamente
como enormes pompas de jabón, brillantes y tornasoladas, magníficas y bellas,
se deslizan de su cabeza sin previo aviso en las situaciones que menos se lo
espera: duchándose, vistiéndose, haciendo la cama, trabajando... Aparecen de
repente y observa su contenido maravillada por la claridad de la visión: Se ve
a sí misma de niña haciendo dibujos con una pistola de agua sobre la tierra
seca; Se ve metiendo el dedo en la nata fresca mientras su madre prepara las
primeras fresas de primavera; Se ve asomada a la ventanilla del tren que la lleva a las tan esperadas vacaciones, e incluso alcanza a oler el mar caliente,
las palmeras frescas, el orín rancio del rincón más sombrío de la estación... y
en el momento mismo en que quiere acercarse más al recuerdo, la pompa estalla dejándola
atónita y con la sensación agridulce de la felicidad que apenas vivida, vuelve
a morir.
Creía que había comentado esta entrada en su día. Las sensaciones descritas aquí a mí me han venido este verano en un viaje que tuve que hacer a la playa con un amigo a su casa que iba a ser alquilada.
ResponderEliminarGracias por leerme.
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