El Sol
ya sólo toca de soslayo mi casa y las hojas de los árboles aún verdes pero cansadas,
barren hacia mí brisas frescas.
No sé si añoro aquellos días de
fuego en mi piel, de sombreros de paja, de siestas con ventilador, de
aturdimiento estival. No sé si añoro el alivio, el placer, de sentir una
momentánea brisa sobre el fino velo de sudor en mi nuca...
Lo que sí se es que el
verano se está despidiendo de mí y su visita siempre se me hace demasiado corta.
Le invitaría a continuar la sobremesa con esa avispa bailando sobre los restos
de sandía en los platos; le invitaría a otro café con hielo; le invitaría a una
siesta en la hamaca acunado por la carraca de las cigarras. Pero el verano es
un invitado muy correcto y antes de que te apetezca que se vaya él ya se ha ido
dejando en tu casa su aroma a sandías y un lejano eco de cigarras.