miércoles, 23 de septiembre de 2015

El Verano se va de casa



El Sol ya sólo toca de soslayo mi casa y las hojas de los árboles aún verdes pero cansadas, barren hacia mí brisas frescas.
No sé si añoro aquellos días de fuego en mi piel, de sombreros de paja, de siestas con ventilador, de aturdimiento estival. No sé si añoro el alivio, el placer, de sentir una momentánea brisa sobre el fino velo de sudor en mi nuca...
Lo que sí se es que el verano se está despidiendo de mí y su visita siempre se me hace demasiado corta. Le invitaría a continuar la sobremesa con esa avispa bailando sobre los restos de sandía en los platos; le invitaría a otro café con hielo; le invitaría a una siesta en la hamaca acunado por la carraca de las cigarras. Pero el verano es un invitado muy correcto y antes de que te apetezca que se vaya él ya se ha ido dejando en tu casa su aroma a sandías y un lejano eco de cigarras.

viernes, 7 de agosto de 2015

UN PUNTO EN EL TIEMPO




Un punto en el tiempo es el punto,
desde el que todo se inicia,
es el punto donde muere todo,
es el punto en el que me pierdo.

Vidas tangenciales se alargan,
como tiradas por un delineante,
escojo la más cercana
y dejo infinitas potenciales.

Mi barco navega al garete
sin velas, ni rumbo, ni destino,
Y mientras yo me pregunto:
¿Qué color tendrá el mar mañana?

En mis sueños vuelan cotorras
que pintan de verde el cielo,
que rasgan de sangre el cielo,
que hieren de libertad mi alma.

¡Toma mi barco y vete!
¡Despliega las velas empopada!
Vete tú que tienes destino,
que yo me voy con la corriente.

miércoles, 15 de abril de 2015

A secret line de Brian Eno / David Byrne. Microcuento.

Una mujer camina entre un laberinto de dunas deslizando su velo en el gélido aire de la noche del desierto para encontrarse con el único varón que la respeta: el demonio.

sábado, 3 de enero de 2015

Cuento de navidad



Era una gran casa gris en medio de un páramo umbrío.
Tenía un jardín abandonado en el que luchaba por crecer una melancólica palmera bajo cuyas grandes hojas grises crecían hongos, musgos, telarañas, ortigas y un avispero ronroneante, un avispero acechante con un millar de afilados ojos verdes de avispa. Y en el jardín abandonado también crecían unas pequeñas y frágiles flores amarillas cuyo color no se veía. Negros mirlos picoteaban aquí y allá con sus picos naranjas, riéndose de la oscuridad, burlándose de ella, jactándose de sus brillantes y alegres picos naranjas que crecían de entre sus negras plumas.
Y por los gruesos muros grises de la casa trepaba una enredadera sin hojas: puro palo retorcido y fibroso como los dedos de una anciana. Trepaba y trepaba, y llegaba hasta las ventanas de arriba, las de la segunda planta, y las rodeaba enmarcándolas con su madera seca.
Y los pilares de la casa estaban hechos de huesos y su tejado de suspiros, y por su chimenea nunca salía humo, si no esperanzas.
Y delante de la gran casa se extendía el páramo. Y detrás de la casa, también se extendía el páramo. Y a ambos lados, continuaba el páramo. Y el páramo era pardo, o gris; un color sin nombre que se extendía hasta donde la vista alcanzaba. Y en él sólo crecía una fina hierba parda (o gris) que alcanzaba toda la misma altura.
Y sobre la casa, el jardín y el páramo, un cielo que no era cielo si no techo.